lunes, 1 de octubre de 2012

TAMBIEN HACE FALTA PROTEGER LO INTANGIBLE






El zoco de Marraquech, que nos permite viajar en el tiempo, envueltos en perfumes de azahares y de especias, sentarnos en sus callecitas y ver pasar el bullicioso mundo mezclado en vocinglería indescriptible, es patrimonio de la humanidad. Este maravilloso mercado ocupa una gran superficie en el corazón de la ciudad, su gran valor reside en que se sigue comerciando como hace mil años, pero continúa absolutamente vital y constituye uno de los lugares de mayor contacto y articulación social. Ante eso, surge el interrogante: ¿si esta actividad desapareciera, el zoco tendría igual valor o significado? Está claro que este enorme conjunto de edificaciones es de gran valor por su antigüedad, pero su vaciamiento significaría su muerte.
Frente a esta convicción tan tajante, cabe preguntarnos si las ordenanzas de protección de los edificios -que no involucra el uso- y donde su contenido es un atributo de gran significación, como el caso de los cines Gaumont y Opera o el de los bares notables, alcanzará para blindarlo frente a las vicisitudes del desarrollo o desalentar usos que conspiren contra estos baluartes.
Si bien los instrumentos de protección para los bienes tangibles han avanzado en el país, en el caso del patrimonio intangible estamos muy lejos de lograrlo, en tanto no se comprenda que es más importante desarrollar políticas de estímulo que permitan sostenerlo y consolidarlo porque, por razones obvias, la obligatoriedad y/ o prohibición en este campo se rinde sin pelea.
Por lo tanto, las ordenanzas de protección de los inmuebles que los albergan como último gesto desesperado de salvación son muy importantes, pero si no van acompañadas de acciones dirigidas a su contenido, es decir su uso, esta protección será parcial y de enorme fragilidad. Cuanto más importante sea su contenido y menor su valor arquitectónico, menos eficaz será la protección edilicia, porque desapareciendo su uso, su valor quedará irremediablemente menguado.
La clasificación de patrimonio tangible/intangible es solo una clasificación taxonómica que sirve para la comprensión de su naturaleza y no para su gestión, porque cuanto más tenga de ambos aspectos más interesante y rico será. 
Su protección es sumamente compleja, pero si nos adentramos en el patrimonio intangible los retos se incrementan, porque su naturaleza se nutre de elementos más simbólicos e implica consolidación en el imaginario social, lo que plantea una paradoja que es conservar y sostener prácticas sociales tradicionales en procesos culturales de gran labilidad como los que atravesamos. 
El cine teatro Opera y el cine Gaumont son parecidos pero distintos ¿en que se parecen? Ambos representan equipamientos culturales de gran significación en el escenario cultural de Buenos Aires y ostentan un status de protección estructural, pero las diferencias no tardan en hacerse notar. 
El cine teatro Opera (1936) representa un exponente arquitectónico de indiscutible belleza de estilo “art decó”, inserto en la Avenida Corrientes, que con su oferta de cines, teatros, librerías así como bares y restaurantes, fue una arteria emblemática durante varias décadas, donde palpitaba la cultura, por la que circularon varias generaciones para su disfrute y que hoy, después de un largo letargo, comenzó a desperezarse.
El cine Gaumont (1946) bautizado en honor a León Gaumont, uno de los pioneros del cine, de diseño más austero, se destaca por estilo racionalista y por sus características técnicas. Allí tiene su sede el Cine Club Núcleo, que tras 59 años de actividad ininterrumpida, convoca a numerosos cinéfilos. Desde el 2003, funciona el Espacio INCAA Km 0, nombre que responde a su ubicación y es la cabeza del circuito alternativo de una red de salas destinadas a la proyección y difusión del cine nacional. Este cine está ubicado en el entorno de la Plaza de los Dos Congresos, uno de los remates del eje cívico de Buenos Aires – conformado por Avenida de Mayo, entre esta Plaza y Plaza de Mayo.
¿Que implica esta protección en cada caso? La protección del primero es una ordenanza aplicada a un edificio singular aislado, el segundo forma parte del área de protección histórica nº 1 (APH), el primer distrito de las áreas de protección aprobada en 1993. Es decir, mientras que el Opera conforma un conjunto de usos del mismo tipo, sin protección del entorno, el caso del Gaumont es inverso, ya que su protección es parte de un área protegida pero está aislado como equipamiento cultural. Por ello, los desafíos que deberán enfrentar, si bien tienen rasgos comunes, sus riesgos son distintos: en el caso del Opera, su actividad forma parte de un área con fuerte vocación para este destino, por lo tanto su uso está en menor riesgo, pero puede ocurrir que todo el entorno se altere físicamente perdiendo relevancia o cambiando la percepción del mismo. En el caso del Gaumont, su entorno edilicio está protegido pero su actividad está aislada y por lo tanto está más amenazada, aunque paradójicamente su uso está valorizado tal como lo refleja el reconocimiento otorgado por el Museo de la Ciudad, como "Testimonio vivo de la memoria ciudadana". 
¿Qué pasa cuando los cambio de usos son inevitables? Es importante que encuentre un nuevo uso, que no solo lo ponga en valor sino que su nuevo destino acompañe su valor patrimonial como el caso del ex Cine Grand Splendid en el que hoy funciona la librería El Ateneo.
Si nos preguntamos cuál es la política de patrimonio efectiva, está claro que debemos dejar de pensar en la protección como hechos puntuales en el tiempo y en el espacio, para sostener un sistema de protección (promoción, concientización, estímulos, normas, etc.) que comprenda mejor el complejo mundo de patrimonio, porque este universo es un sistema de bienes con sus relaciones y es lo que le da fortaleza.

Arquitecta Silvia Fajre


(Publicado en Diario de Arquitectura, Clarín, mayo de 2012.)

(Fuente de las fotos: Izquierda:  showsargentinosbsas.com.ar; Derecha: buenosaires-reinadelplata.blogspot.com)