lunes, 16 de diciembre de 2013

FELICES FIESTAS

Desde la Consultora Fajre & Asociados les deseamos que pasen una Feliz Navidad y tengan un próspero Año Nuevo.



martes, 19 de noviembre de 2013

"Gestión cultural, potenciadora de la planificación territorial"

Para la arquitecta Silvia Fajre, experta en gestión cultural y patrimonial, eventos como la Noche de los Museos o las Rutas Temáticas proveen herramientas con las cuales pensar el planeamiento del territorio.

Por Juan Décima
 Entrevista publicada en ARQ Clarín.

martes, 1 de octubre de 2013

CÓMO PROTEGER EL PATRIMONIO CULTURAL

Hechos actuales como la sustitución de vagones del subte A, la modificación fisonómica de la Avenida 9 de Julio o los modos en que archivos, museos y bibliotecas incorporan nueva obra o restringen el acceso abren polémicas que regulan la discusión global en materia de protección de bienes culturales. Opinan: Fernández Bravo, Fajre, Alcaraz, Link, Molina, Aguilar, Castilla y Tam Muro, entre otros.

Por Laura Isola
Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com
Qué preservar o qué poner a disposición de los avances modernizadores? ¿Cómo gestionar el conjunto de los bienes que forman el patrimonio cultural o cuáles son las relaciones de éste con el Estado y con los ciudadanos? Las respuestas pueden ser material de debate y hasta de confrontación, pero nadie duda al momento de definir el patrimonio como el conjunto de los bienes tangibles e intangibles que definen nuestra condición de ciudadanos de un lugar y un tiempo, mucho más allá de los edificios históricos. Son los bienes materiales e inmateriales que forman el conjunto de interacción de las sociedades con lo que, vulgarmente, llamamos cultura.
La ampliación del término indica, además, un abanico más nutrido de opiniones. Los especialistas, los gestores y los intelectuales consultados por Ñ conforman un coro que ilumina las diferentes zonas, con tantas respuestas como interrogantes que permitan pensar no sólo los últimos sucesos resonantes como el recambio de los vagones del subte A o el cambio fisonómico tras las obras en la Avenida 9 de Julio sino el acceso a documentos y los sistemas de formación de colecciones en los museos, pasando por el significado de edificios y los monumentos y sus procesos de patrimonialización. Y, por qué no, cómo hacer un queso o las festividades de la Buenos Aires colonial.
Alvaro Férnandez Bravo, director de la New York University (NYU) en Buenos Aires y autor de El valor de la cultura , entiende el concepto de patrimonio como “históricamente variable y también mutable de acuerdo con cada cultura. No se trata de un concepto ni demasiado antiguo ni tan firme como lo indica su etimología, ligada con la piedra y la herencia paterna”. Mariano Soto, museógrafo, explica que es un proceso que se modifica a partir de la segunda mitad del siglo XX: “La definición y los alcances de lo entendido como patrimonio cultural y bienes culturales se fue ampliando, diversificando y ordenando según documentos que surgían de organismos internacionales que se reunían a tal fin: Carta de Venecia (1964), Mesa Redonda de Santiago de Chile (1972), Carta de ICOMOS (2003)”.
Silvia Fajre, ex ministra de cultura porteña, explica que con la creación de una subsecretaría de patrimonio cultural en el año 2000, por entonces a su cargo, el Estado logró incorporar a la gestión una noción moderna, más amplia, de lo que significa la protección y concientización patrimonial: “Se trabajó con un enfoque de patrimonio no sistemático (clasificación por especialistas) sino sistémico: un sistema formado por los bienes culturales materiales e inmateriales. Son fundamentales para definir una identidad, esa plataforma que nos permite apoyarnos en el pasado para reflexionar sobre quién es uno y cómo plantarse frente al mundo globalizado”. Es ese el mismo sentido que busca darle a su gestión María Victoria Alcaraz, actual subsecretaria de patrimonio cultural de la Ciudad: “Adhiero a un concepto de patrimonio vivo, vinculado a una construcción de la identidad. No me interesan tanto los objetos en sí, ni la fotografía intacta del pasado. Busco modelos ágiles y dinámicos que contemplen lo material y lo inmaterial”, dice.


De aquí a la eternidad

Preservar o poner en valor sería, entonces, una fase de un proyecto más amplio. Los especialistas consideran que preservar para la posteridad está sujeto a una narración, a quién detenta el poder y de manera subjetiva clasifica, visibiliza o por lo contrario, niega el patrimonio cultural. Algunos países latinoamericanos asignan un valor al patrimonio que resulta difícil de equiparar en nuestro país. Brasil, por caso, aparece como ejemplo y comparación en los comentarios de Fernández Bravo: “Históricamente en la Argentina la legislación de preservación patrimonial es tardía y, como muchas leyes, de cumplimiento incierto. En Brasil, fue Mário de Andrade, ideólogo de la legislación para proteger el patrimonio cultural nacional en 1936, con la creación del SPHAN –Servicio de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional–, el primero que prestó atención al folclore y a la cultura popular, lo cual en la Argentina ha sido, en el pasado , tratado con cierta indiferencia o desprecio, en beneficio de la ‘cultura europea’”. Soto amplía sobre esta práctica: “El pasado hispano-colonial de Buenos Aires es una etapa casi desconocida, ignorada y depreciada de nuestra historia. Y, casualmente, lo fue porque no existen casi testimonios materiales de aquel período en nuestra ciudad. Toda la arquitectura pública, civil, religiosa, privada o secular fue destruida o modificada a partir de fines del XIX y principios del XX. Tampoco lo hicieron los bienes intangibles, como nombres de calles, festividades, tradiciones, usos culturales. O lo que pervive es una caricatura parcializada”. Un relato que, también, se impregna en los monumentos. Claudio Tam Muro, diseñador de museos y artista visual, pone como ejemplo el monumento escultórico del general Julio Roca en San Carlos de Bariloche, como una situación particular generada en torno al patrimonio material y en el contexto de la Conquista del Desierto: “Emplazado en el Centro Cívico de la ciudad, desde hace unos 20 años es depositario de los grafitis y consignas de cuanta manifestación pública se realice en la plaza. Ha sido disfrazado, pintado, cubierto, enharinado, hasta el punto de que en una ocasión por el afán de limpiarlo se lo sometió a un arenado inconsulto que destruyó hasta la pátina del bronce acumulada durante más de 70 años de intemperie. Es un objeto patrimonial que se ha convertido en disparador de una práctica social: un uso social inesperado y ritual, una catarsis colectiva. ¿Es valioso destruir un monumento para neutralizar la memoria o es valioso un monumento para activarla? ¿Puede considerarse esto habitar el patrimonio?”. Alcaraz dirá que tenemos una relación “pendular con lo patrimonial que genera un malentendido con lo que es de todos al usarlo como si no fuera de nadie”.
Las ciudades y las ideas

Una cámara se pasea morosa por los edificios de una ciudad. Acaricia a los que ya no están y quedan sus ruinas y sus grietas. El derrumbe y la demolición toman el centro de la escena de Adiós a Cali (1990), el documental de Luis Ospina. Un proceso que, según el cineasta, sigue su curso en la década del 70 y 80 y en los 90 se exacerba con la especulación inmobiliaria del narcotráfico y su narco-arquitectura. Y si bien su visión de las ciudades latinoamericanas es de “fealdad pareja y entre más subdesarrolladas, más se parecen”, encuentra en Buenos Aires, todavía, una excepción: “La conozco desde hace un poco más de 10 años. Quizá una de las cosas que más me impactó fue su arquitectura, que inevitablemente me recordó a París, a Madrid y a otras ciudades europeas. Me impresionaron también sus grandes avenidas en comparación con las estrechas calles de mi país, en las cuales se refleja la estrechez de las mentes de nuestros dirigentes y urbanistas”. En cambio, Gonzalo Aguilar, autor de Episodios cosmopolitas en la cultura argentina , no parece ir en ese mismo sentido: “Desde muy temprano Buenos Aires se inclinó por las demoliciones. Y es lo único que permanece, aunque su signo ha cambiado: si antes era vista como modernización, hoy es uno de los testimonios más claros de la falta de imaginación política de los dirigentes y de las demandas articuladas en la sociedad. Una política que va en contra de los intereses económicos: el patrimonio, si bien, en principio, exige grandes inversiones, a largo plazo genera mucha rentabilidad como la cultura, el turismo y, obviamente, la educación”. A ese proceso anterior, se refiere Daniel Molina, crítico de arte: “No se puede modernizar una ciudad sin destruir el pasado. Inevitablemente gran parte debe ser sacrificado. Para construir Avenida de Mayo se arrasaron muchas de las más hermosas mansiones construidas en la segunda mitad del siglo XIX. Para construir Grand Central Station en Nueva York se derribaron miles de edificios en 14 inmensas manzanas. Hoy, las dos son en sí mismas obras patrimoniales. El patrimonio surge también de una destrucción”. Para el escritor Daniel Link, “Buenos Aires es un cambalache y las ciudades son formas de vida cuyos ciclos hay que respetar hasta cierto punto. Buenos Aires, que no fue respetada demasiado, es hoy un fantasma de lo que alguna vez fue, en todo sentido. México, que es más horrible y, al mismo tiempo, más cuidadosa con su patrimonio, está a años luz de ésta. Piénsese en lo que será nuestro “Champs Elysees” (la 9 de Julio) después de la intervención última del gobierno de la ciudad”. Fernández Bravo aporta ejemplos y reflexiones sobre cómo las ideas se imprimen en las ciudades: “Aunque los romanos admiraban la cultura griega y la copiaron, no se privaron de destruirla. La conservación de monumentos es una práctica relativamente reciente ligada a su opuesto: la demolición masiva de edificios o el saqueo del patrimonio monárquico durante la Revolución Francesa. En Japón se destruyen y reconstruyen templos antiguos con la idea de conservar no los restos materiales sino la práctica de edificarlos, siguiendo una habilidad arcaica; para preservarlos, se los destruye. La vida en las ciudades modernas genera destrucción edilicia y consagración de monumentos deliberadamente construidos como tales”. Bruno Maccari y Pablo Montiel, autores de Gestión cultural para el desarrollo. Nociones políticas y experiencias en América Latina , insisten en los alcances de este concepto para la gestión cultural: “En la gestión de un bien patrimonial es posible advertir diversas estrategias, que van desde abordajes nostálgicos, hasta esquemas de explotación puramente economicista. No se trata de estrategias contrapuestas ni exentas de complementación; incluso es deseable que se integren y potencien. Sobre todo, dada la complejidad y conflicto permanente que atraviesan las grandes ciudades en la actualidad”.

Subte A, Plan B
Si de conflictos hablamos, uno de ellos, el más reciente es la remodelación del subte A y sus vagones centenarios. Beatriz Sarlo expresó su firme posición al diario Perfil, mientras traqueteaba en uno de los últimos viajes en los vagones belgas: “Los habituales pasajeros del A (de los que formo parte) hacemos abstracción temporaria del mal servicio, del movimiento irregular de esos vagones destartalados y de las maldiciones cotidianas a la empresa, para convertir a los vagones en un memento mori : ellos van a desaparecer y nosotros creemos que vamos a recordarlos. Es posible que no los recordemos dentro de algunos meses, como no recordamos los colectivos fileteados a mano, ni las fotos de Gardel que decoraban sus tableros y parabrisas. Se fueron al museo”. Sobre esa misma contradicción, reflexiona Alcaraz y dice: “Por un lado, escuchamos qué desastre el servicio y luego nos descubrimos todos abrazando los vagones, cuando se decide renovarlos. Me fascina que haya una sensibilización por un tema patrimonial. Todavía estamos en la etapa de escuchar ideas que van desde las que puedan aportar asociaciones hasta individuos particulares”. En cambio, para Gabriela Massuh, escritora y directora de la editorial Mar Dulce, el hecho obliga a pensar en términos más duros: “La iniciativa de sacar de circulación los vagones es anterior a la del significado ‘moderno’ de patrimonio cultural. Es el caso del subte, en el que seguramente es más caro preservar un bien que convertirlo en museo. O vender sus partes a anticuarios o tirarlos a la basura. Más allá de la contradicción de que la línea A figuraba como una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad en las mejores guías y precisamente es eliminada por una gestión que, en cultura, pone el acento en turismo”. Para Fajre, “los vagones son espléndidos y compatibles con una circulación de los fines de semana. Descartarlos es perder eso de haber sido la primera ciudad que tuvo subte, al tiempo de reemplazar cosas que son valiosas por las que no”. Fernández Bravo compara un caso brasileño al de la línea A del subte porteño: “El bondinho de Río de Janeiro, un antiguo tranvía que conectaba el barrio de Santa Teresa con el centro de la ciudad y era un símbolo carioca. Luego de un accidente en el que murieron varias personas este año, fue desactivado, pese a las protestas de muchos vecinos”.
Donar o no donar, ¿esa es la cuestión?
El año pasado, el conflicto del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) puso en discusión un tema central de la agenda cultural: cómo amplía una institución cultural estatal su acervo: ¿solamente a través de la compra? ¿O es legítimo que exija donaciones a los artistas a cambio de exhibir sus obras?
Américo Castilla fue director nacional de Patrimonio y Museos en la gestión de José Nun y participó en la comisión que diagnosticó y gestionó el traspaso por concurso del director del Museo de Bellas Artes: “Las colecciones de los museos argentinos de arte tuvieron su origen en las donaciones, y no sólo de la alta burguesía sino también de los artistas, los fondos públicos y las comisiones de apoyo a los museos. El sistema funcional administrativo de los museos quedó estancado y no se ajustó a las necesidades de una institución con mayor necesidad de inserción en la sociedad, flexibilidad, criterios de autoridad compartida. De hecho, los museos públicos son administrativamente una oficina más sin jerarquía administrativa. Esto hace que los sueldos sean bajos, los recursos magros, la dependencia de las comisiones de amigos perniciosa, el trato con los artistas y proveedores rozando el conflicto de intereses, y más”. Según Castilla, el caso del MAMBA “es resultado directo de no haber hecho un cambio similar en la ciudad. Cuando fui invitado por los artistas organizados, les dije que esa era la vía y que también en el MNBA la movilización de los artistas por el desmanejo del que fuera acusado Jorge Glusberg hizo posible que yo pudiese liderar el cambio. La movilización del MAMBA tendría que tener como resultado ese cambio administrativo u otro, adaptado a sus propias circunstancias. De todos modos, la donación de obra no debe ser demonizada, existió y existe la voluntad de donar y debe ser adecuadamente canalizada”.
En el caso de los libros y los archivos se trata de lo que Maccari y Montiel definen como “una integración real de los ciudadanos con ese patrimonio”, al tiempo que imaginan “¿Por qué no pensar en servicios pedagógicos complementarios que aseguren una recepción más cabal por parte de públicos ocasionales o no expertos? Los ejemplos abundan: la Biblioteca Pública de Nueva York con su Festival Twitter de Ficción Literaria, las sedes de Biblioteca Viva de Chile o el programa Raras Partituras de la Biblioteca Nacional, que rescata y pone en circulación obras de autores nacionales a través de ciclos de conciertos y la edición de una colección discográfica de los compositores elegidos.” Conocedor de primera mano del tema, Gonzalo Aguilar pone el ejemplo de la favela de Marguinhos en Río de Janeiro que se construyó una biblioteca con un material de gran nivel, sala de ensayo de música, Internet, varios aparatos de televisión para ver dvd, sala de lectura y gabinetes de investigación, catálogo online, etcétera.
“No puede haber populismo en estas cuestiones: todos los ciudadanos merecen y necesitan una buena biblioteca pública cerca, como una extensión de sus casas a las que una parte del barrio asiste con frecuencia.” Queda como imagen alternativa, e inspiradora, “la ciudad en el espacio” que imaginó el arquitecto Frederick Kiesler en 1925 para el pabellón austríaco de la Exposición Internacional de París y su sueño de “una transformación del espacio en urbanismo. Sin cimientos, sin paredes. Un alejamiento de la tierra: la supresión del eje estático. Se crearían nuevas posibilidades de habitar el mundo si surgiera una nueva sociedad” a la medida del flujo de la imaginación de las utopías urbanistas. Pero, mientras, las ciudades seguirán siendo “paredes, paredes, paredes”. Y lugares vivos, de intercambio, de cruces, de conflictos.
Articulo  publicado en Revista Ñ, Diario Clarín, el día 22/02/2013 

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿COMUNAS O DESCENTRALIZACIÓN?






Por  Silvia Garrido – Daniel Portas
2012 (*)

La publicación que realizamos tuvo por objeto describir y reflexionar sobre el proceso de descentralización en la Ciudad de Buenos Aires, desde sus comienzos, cuando se concibió la idea de descentralizar - como una de las políticas públicas de la Reforma del Estado-, con la sanción de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aire hasta la actualidad.
Entendemos que ésta es solo una de las tantas interpretaciones técnicas y políticas posibles, una mirada entre las múltiples que puedan hacerse sobre el tema Descentralización y Comunas. Describimos  y evaluamos antecedentes históricos y también nos animamos a imaginar lo que podrá ocurrir en términos de cambios, en la realidad política y administrativa del distrito, cuando las Comunas de Buenos Aires se encuentren en pleno funcionamiento.
El análisis y la interpretación de por qué las Juntas Comunales aun no están funcionando como la Constitución estableció, es porque muchas de las causas que para nosotros contribuyeron a su postergación, aún siguen presentes; y si no estamos atentos a ellas, seguirán entorpeciendo su normal desarrollo.
Alertaremos que si bien la formación de las Juntas Comunales tiene la potencialidad de alterar en modo beneficioso el escenario político y de gestión de la ciudad, esto no necesariamente ocurrirá por simple decantación;  sino que es imprescindible que los actores llamados a gobernar las Comunas aprovechen la oportunidad que tienen por delante. 
Advertimos que para realizar esta tarea no podemos dejar de explicar el concepto de la desconcentración administrativa, como paso previo al proceso citado, no solo desde lo administrativo sino también desde lo político y desde el concepto de poder. Estos cambios o mutaciones que pueden realizarse en el Estado son arduos y significan también cambios en quienes detentan el poder,  tales como el cabal ejercicio de la toma de decisiones sobre los recursos de la administración. Algunos de los funcionarios que hasta ahora fueron delegados del Jefe de Gobierno de la Ciudad, tienen intereses políticos propios de los partidos a los que pertenecen, los cuales no siempre coinciden con los de los vecinos. Esta situación solo se podrá modificar al implementarse lo establecido en la Constitución de la Ciudad, en el Título Sexto  “ COMUNAS” y en la Ley Nº 1777 que  lo reglamenta.
También en esto, como somos un poco sabedores de las internas de la gestión, la publicación tiene el propósito de ser un instrumento de lectura para los vecinos, ONGs, organizaciones barriales y representaciones de partidos políticos en los barrios, que se interesen en el proceso de descentralización. Describir y reflexionar sobre cómo se administra la ciudad, bajo la forma de un poder de Estado Central y la resistencia de éste a ceder poder y recursos económicos y  humanos hacia los gobiernos locales que son las Comunas. No dejar de observar que esta conducta centralizadora perjudica no solo a los recursos económicos de la ciudad, sino también cómo no se corresponden con lo que necesitan los barrios, y por lo que tampoco se implementan instrumentos de participación para gestionar esos recursos.
Es obvio, por otra parte, que se sigue manteniendo, y no precisamente ingenuamente, algunos cruces jurisdiccionales que complejizan las gestiones públicas a escala de la región, a escala de la ciudad y a escala de la Comuna.
No nos es ajeno el conocimiento de lo territorial, social, económico y cultural que tienen los vecinos de cada barrio, que es parte integrante de entender el proceso de la descentralización y de la participación.
Reflexionar que una de las grandes carencias que arrastra el sistema democrático argentino desde que se instaló, en lo que se refiere a Gobierno Local, es la falta de una dirigencia política y estatal con sólida formación y experiencia continuada de gestión pública. La cultura política y sus partidos a nivel local solo mantienen estructuras militantes barriales que únicamente ponen en juego en el breve espacio de lo que dura una contienda electoral interna o externa al partido.
Dado que nos propusimos abordar el tema Comunas desde muchos ángulos: el político, el administrativo, el histórico, escenarios a futuro y otros, fue que concebimos esta publicación como una sumatoria y articulación de conceptos y experiencias.

(*) Abstract del libro.

lunes, 23 de septiembre de 2013

CURSO DE POSGRADO EN GESTIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL

Coordinado por la arquitecta Silvia Fajre, el curso apunta a formar cuadros técnicos que puedan desenvolverse en proyectos alrededor de esta temática. Hay tiempo hasta el 11 de septiembre para inscribirse.



Si bien el manejo de los recursos culturales es un área que cuenta con desarrollo en Argentina, la gestión en Patrimonio Cultural, por otra parte, es un campo aún en formación. Hay pocos entes provinciales que cuenten con direcciones dedicadas a esta cuestión, como así también escasa conciencia acerca de las variables que la componen. Con el objetivo de formar técnicos idóneos que comprendan la complejidad del tema es que nace el Curso de Posgrado en Gestión del Patrimonio Cultural, que coordina la arquitecta Silvia Fajre dentro de la Universidad Tres de Febrero. El curso arrancará el 12 de septiembre en el Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín, pero las inscripciones cierran el 11, un día antes. 

"Hubo un cambio en torno al patrimonio, en cuánto a cómo se lo lleva adelante. Este giro hace que, desde la gestión, haya que responder preguntas básicas: ¿quién elige qué es el patrimonio? ¿para qué se lo elige? ¿cómo se lo usa?", explica la arquitecta, ilustrando algunas de las cuestiones que atraviesan el campo y que se trabajarán en el curso. Fajre además es titular de la consultora Fajre & Asociados, que cuenta con una larga trayectoria dedicada a la gestión cultural, la arquitectura y el planeamiento urbano.

Debido a su carácter compacto (se extiende desde septiembre hasta noviembre) y al perfil de los docentes, con amplia experiencia en la gestión, el curso está dirigido a funcionarios que deseen trabajar con cuestiones vinculadas al patrimonio cultural. La modalidad de trabajo será la del taller. Cada asistente llevará un caso real para exponer y dicutir con los demás, entrelazando así lo teórico y lo práctico.

Curso de Posgrado en Gestión del Patrimonio Cultural

Coordinadora: arquitecta Silvia Fajre.
Inicio: 12 de septiembre.
Carga horaria: jueves y viernes, de 10 a 13 y de 14 a 17.
Costo: el total es de 1900 pesos, abonándose una matrícula de 700 pesos y dos cuotas mensuales de 600.
Informes: gestionculturalyterritorial@untref.edu.ar

lunes, 22 de julio de 2013

CULTURA E IDENTIDAD

El riquísimo valor simbólico, arquitectónico e histórico de Buenos Aires, la recuperación de áreas centrales y la búsqueda de la cohesión social, son los ejes de esta charla.


Por Ivana Costa


Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com

¿Por qué las ciudades fueron tan importantes en la historia de la humanidad? Porque fueron nodos de intercambio, capaces de generar el encuentro de personas, el intercambio de bienes y saberes, lo que propició su crecimiento y el despegue del ámbito rural. Las ciudades siempre han sido nodos de intercambio; cuando ese nodo supera lo meramente fáctico –el vínculo comercial– se está en condiciones de incorporar la cultura del otro, articular lo diverso y sumar nuevo conocimiento.” Desde la perspectiva de la arquitecta Silvia Fajre, es la cultura, “la articulación de la diversidad”, la que da su estatuto privilegiado a la ciudad y no viceversa. Esa convicción no deja de ser una aspiración más vasta: “En un mundo de grandes diferencias, el mundo de la cultura podría ser un idioma común”.
Arquitecta, especializada en planificación urbana, Fajre se desempeñó por décadas en el ámbito estatal: fue subsecretaria de Planeamiento y la primera subsecretaria de Patrimonio Cultural antes de asumir como Ministra de Cultura (entre 2006 y 2008). Hoy, además de dedicarse a la docencia en diversas universidades, dirige una consultora “cuyo campo de actuación es la interfase de Cultura y Territorio”.
¿De qué manera el territorio pasa a ser una variable a considerar por la gestión cultural?

La idea es que determinados tesoros que existen en un territorio puestos a hacer sinergia revelan una fortaleza increíble. Hay áreas que tienen una enorme densidad patrimonial y dinámica creativa, que cargan valor simbólico, arquitectónico, histórico; todo esto combinado se vuelve un fuerte imán. Actividades como Estudio Abierto –en la que los artistas de una zona, como San Telmo, abrían las puertas de sus casas, talleres y galerías de arte– dan visibilidad a un territorio, muestran y potencian su caudal cultural.
En Buenos Aires, ciudad de gran afluencia turística, ¿cómo planificar cultura que conforme al mercado local y al visitante?

En Buenos Aires, la cultura es un rasgo distintivo. No muchas ciudades del mundo pueden mostrar esta enorme diversidad de oferta cultural. El urbanista Toni Puig dice que Berlín, París, Nueva York y Buenos Aires son las ciudades con mayor oferta cultural, por su variedad y calidad. Nosotros estamos tan inmersos en esta oferta que muchas veces no nos damos cuenta, o no nos parece extraordinaria; pero lo es. Buenos Aires tiene una combinación de equipamientos culturales muy visible, una capacidad creativa enorme y un público ávido de consumir cultura. A veces pienso que la sucesión de crisis que hemos vivido revelaron la fortaleza de la cultura. En el 2001, la cultura fue un refugio, un baluarte de identidad para una sociedad que sentía que su país se rompía en pedazos. Lamentablemente, creo que hoy no se reconoce ese motor.
En las últimas décadas hubo una manifiesta fragmentación de la ciudad. ¿Cómo afecta esto a un proyecto de cultura?

Hubo un crecimiento geométrico de los asentamientos urbanos y hoy cerca de un tercio de la población del país habita en el área metropolitana. Aun así, al movimiento de suburbanización se le opone hoy una tendencia a la recuperación de las áreas centrales, que es todavía tibia en la Argentina, pero muy fuerte en otros países. Se la considera una opción más sostenible, porque la expansión suburbana consume territorios, energía y tiempo. Recuperando las áreas centrales no sólo se vuelven las ciudades más sostenibles, sino que se retoma la esencia de la ciudad, que es el intercambio, la relación con el otro. Si esto no se da no tenemos ciudad, sino un mero conjunto de edificios. Por ser capaz de reunir colectivos muy distintos en edad, actividad, origen social e intereses, la cultura debe ponerse como objetivo propiciar el encuentro de los distintos grupos sociales, ser espacio de articulación y cohesión.
Las políticas tendientes a volver más cohesionados a los diversos fragmentos de la ciudad no parecen muy activas.

Me animaría a decir que sí hay muchas cosas que se han hecho, pero son insuficientes, en la medida en que deba pensarse otro modelo de desarrollo. No es cuestión de buscar respuestas cada vez más sofisticadas desde el punto de vista tecnológico. Tal vez haya que repensar lo urbano en relación al territorio y a las inequidades sociales y culturales que en él se dan. Creo que la cultura y la educación son las mejores cartas que tenemos para favorecer la cohesión social. La educación, a largo plazo; la cultura, a corto plazo. Es cierto que puede darse inclusión a través del empleo, pero la inclusión no genera necesariamente cohesión social.
¿Cómo se piensan políticas desde el eje cultura-territorio?

Las actividades culturales tienen una localización territorial. Muchas veces, aisladas no tienen tanta relevancia, pero si uno las vincula por proximidad territorial obtiene un circuito patrimonial y cultural. En San Telmo hay un circuito de valor patrimonial, más 18 museos, más varias galerías de arte. Enfocar el territorio puede llegar a dar mucho más atractivo a las políticas culturales que si se trabajan en forma independiente. Uno puede trabajar puntos aislados, como el Museo Nacional de Bellas Artes, que tiene gran peso gravitacional, pero si se coordinan acciones del MNBA, el Palais de Glace y el Centro Cultural Recoleta, todo junto tiene mayor fortaleza que cada uno en forma independiente. Al armar una red territorial, se produce una atracción por acumulación y es el territorio el que convoca. Así se desarrollan los polos gastronómicos, por ejemplo, donde el territorio mismo se convierte en atractivo. La cultura funciona de la misma manera.
La planificación articulada en red se opone a la idea de cultura ministerial. ¿Cuánto pesa la burocratización de la cultura en Buenos Aires?

El potencial cultural de una ciudad no está en las oficinas de su gestión sino en el talento y la creatividad de su gente. Una gestión cultural debe movilizar sus recursos y capacidades técnicas para apuntalar el desarrollo y facilitar la fuerza creativa que la sociedad tiene, pero no creo en la cultura oficial que baja del ministerio hacia la población. Esa es una visión superada. No creo en los procesos de democratización de la cultura, porque implica suponer que alguien tiene la cultura y se la entrega a la gente. La gente, los artistas, ya son la parte más importante de la construcción cultural. El Estado debe actuar estratégicamente en ese sentido: fortaleciendo la calidad artística, con infraestructura que cobije ese talento, movilizando la red cultural, facilitando la creatividad.
¿Piensa que el espacio público es hoy lugar de disputas –pienso en las batallas en pro y en contra del enrejado de los parques—más que de cohesión?

Es cierto que hoy parece ser un lugar de disputa, pero cuando logremos revertirlo y recuperar el espacio público, vamos a tener una ciudad habitable, amigable, vinculante. La ciudadanía debe recuperar activamente el espacio público, con propuestas inclusivas, articuladoras. En cuanto al caso de los parques, voy a confesar que he sido la más acérrima detractora de las rejas en espacios públicos; sin embargo, tengo que aceptar mi derrota. El uso vandálico del espacio público volvió en muchos casos necesarias a las rejas, cosa que no me gusta admitir. Pero así como hay vandalismo, hay afecto y reconocimiento por la ciudad. Por ejemplo, mi experiencia me dice que en cada barrio la gente identifica su patrimonio, sabe qué es lo que la representa y lo defiende. Muchas veces, los vecinos señalaban cosas que los mismos técnicos que trabajaban en patrimonio desconocían. La gente elige su patrimonio y elige protegerlo.

Entrevista publicada en Revista Ñ, Diario Clarín, el día 04/07/2013 

jueves, 14 de febrero de 2013

“LOS CENTROS HISTÓRICOS Y LAS TRANSFORMACIONES URBANAS





por Arq. Andrea Cerletti


La dinámica urbana imprime al desarrollo de la ciudad una impronta que va conformando, respecto de la urbe original, nuevas centralidades, interconexiones, desconexiones, sobre explotación de algunas áreas y pérdida de vitalidad de otras. Todos estos procesos son consecuencia de esa dinámica y producen efectos sobre los componentes sociales, económicos  y culturales. Están presentes en la conformación territorial y deben ser considerados cuando se estudia la evolución urbana, la aparición de nuevas centralidades y la redefinición de roles de las áreas existentes.
 Por su parte, los centros históricos cumplen una función local y extralocal, sus actividades predominantes se van modificando a lo largo de la historia y por lo tanto, también su rol en la ciudad. Los factores de contexto son determinantes en esa transformación.
Esto implica hacer un reconocimiento estructural de la problemática para adaptarse a esas transformaciones y permitir, a través de las acciones directas e indirectas, acompañar dichos procesos, permitiendo que estas áreas mantengan su identidad y se adecuen al nuevo rol sin perder vitalidad.

1.            Contexto. Paradojas de la modernidad.

Los avances tecnológicos y la gran dinámica de las comunicaciones han interconectado nuestro mundo de una manera impensada algunas décadas atrás. Pero con ellas se han profundizado los efectos de la penetración cultural y la pérdida de algunos rasgos identitarios. Esto por supuesto, que se agudiza en los países que se encontraban menos preparados para absorberlos.
Los procesos económicos mundiales se han fortalecido en mecanismos que potencian a aquellos países más desarrollados y marginan cada vez más a los que no lo son, y la brecha es cada vez más profunda. La alta concentración de capitales y el poder de los estamentos financieros para la generación de políticas a nivel mundial han dejado su impronta y, a pesar de no mostrar su eficacia, están cada vez más consolidados. El mismo proceso, se da al interior de las regiones continentales y también al interior de los países.
La última crisis económica mundial no hizo más que evidenciar el efecto profundo que ambos procesos, el de la globalización y el de las diferencias económicas entre países -incluidas  regiones continentales-, generan en aquellas sociedades más vulnerables.
Los efectos de todo este proceso que ha comenzado hace varias décadas pero que sigue en expansión, se manifiestan en todos los órdenes y están caracterizados por la expulsión masiva de población, del sistema. La opulencia desmesurada y la pobreza extrema son las dos caras de una misma moneda. La marginación, la violencia, la inseguridad, el enfrentamiento, la intolerancia, la indiferencia, el enajenamiento aparecen como síntomas y en esto, sólo en esto, ya no hay diferencias entre quienes viven en países desarrollados o en países pobres.
Los efectos sociales y culturales de este proceso mundial aparecen en nuestras ciudades siguiendo las mismas lógicas, pero con procesos cada vez más acelerados. Los desplazamientos de población no reconocen fronteras ni barreras legales, pues imperan las necesidades básicas ante todo.
El crecimiento demográfico en ciudades por migración interna, que son eco de una tendencia regional de muy alta concentración, ha generado un altísimo porcentaje de población urbana, llegando en nuestros días al orden del 80% en América Latina y el Caribe[1]. Este es un factor muy importante en las transformaciones urbanas de las ciudades junto a los condicionantes económicos y sociales, pero no es el único. Se trata, en general, de ciudades que forman  parte de grandes megalópolis, donde los límites administrativos son demarcaciones burocráticas pero no reflejan el altísimo nivel de interconexión interna de la gran mancha.
Estas transformaciones implican desplazamientos en múltiples direcciones y se traducen, en algunos casos en alta densificación; en otros en deterioro y degradación. Hay nuevas prácticas, nuevas costumbres, traídas por los migrantes a estos grandes núcleos absorbentes, y también hay trasformaciones culturales por efecto de la globalización y gran impacto de las comunicaciones.
La interculturalidad y diversidad es uno de los efectos de este proceso y ha encontrado nuevos significados y contenidos de lo urbano, de lo público y de lo privado.
El rol que la comunidad le asigna al territorio donde habita, donde trabaja, donde puede realizar actividades de esparcimiento, donde se expresa políticamente, van marcando un modo de apropiación singular.
En la actividad residencial, aparecen los country suburbanos y los condominios urbanos, intentando ofrecer cada vez más servicios dentro de sus límites “seguros”, para que no sea necesario “salir afuera”. Esto va trasformando los conceptos de ciudad, comunidad y, por supuesto, estimula una modalidad de vínculos basados en conceptos cerrados y de homogeneidad.
En la actividad comercial, la aparición de las grandes infraestructuras comerciales hace ya varios años que modificaron las modalidades de consumo, ya que ofrecen no sólo bienes sino también actividades recreativas. Ir al Shopping se convierte en un paseo en el que se pueden resolver múltiples necesidades sintiéndose “seguro”.
No puede obviarse el impacto que generan todos estos cambios, traducidos en múltiples desplazamientos y, como se trata de ámbitos de una envergadura cada vez mayor, se producen concentraciones cada vez más masivas. El sistema circulatorio urbano es poco flexible, no se pueden abrir o ensanchar calles con facilidad, ni incrementar las redes subterráneas rápidamente, para responder a las crecientes demandas para circular.
A este tema se suma la problemática que se plantea para cubrir los requerimientos de estacionamiento, demanda creciente y a la vez problemática, por las consecuencias que tiene     en el tejido urbano y en la sustitución del stock edilicio.
Finalmente, para complejizar aún más el panorama, se encuentra el enmarañado sistema de jurisdicciones que resulta una traba permanente para generar políticas públicas y ejecutar planes, a nivel de la gran metrópolis.


2. De zona central a zona vulnerable y a atractivo turístico.
   
Los cascos históricos han transitado por diversas etapas en la evolución urbana y en su valoración social. En los orígenes de una ciudad son el centro en el que se desarrolla la mayor parte de las actividades vitales, frecuentemente asiento de sedes políticas, administrativas y del poder económico, social y cultural.
A medida que la ciudad crece, suele producirse un desplazamiento del eje de expansión urbana, acompañado de un cambio en sus funciones originales, con ello, la vitalidad empieza a desarrollarse en otras zonas de la ciudad. El riesgo es que este sector urbano, rico en historia y en bienes de alto valor patrimonial, que mantiene su ubicación central y una muy buena accesibilidad, a veces no puede evitar los problemas de tugurización, falta de vitalidad y deterioro, la pérdida de valor del suelo y de población (lo que se traduce en sustitución de pobladores).
Aún con las particularidades de cada caso, este recorrido se ha evidenciado en muchas ciudades.                                              
Por otro lado, la presión inmobiliaria condiciona negativamente las áreas históricas porque resulta difícil resolver la ecuación valor potencial / valor patrimonial, si sólo se la reduce a términos económicos crudos. 
Cuando los centros históricos poseen un alto valor de centralidad corren el riesgo de que los quieran trasformar demoliendo edificios para edificar con un mayor aprovechamiento del suelo.   Si no poseen un alto valor de centralidad, corren el riesgo de no atraer inversiones y decaer   hasta su tugurización.
Por otro lado, existen condicionantes respecto del tema de la red vehicular. La típica traza reticulada y regular latinoamericana, a diferencia de los trazados orgánicos e irregulares de las ciudades europeas, posee un grado de inserción en el entramado general de la ciudad que a veces las perjudica a la hora de protegerlas. El intenso tráfico aparece como una dificultad recurrente en las áreas históricas. Este es un tema que requiere soluciones específicas para el área, a la vez que globales en la red de tránsito de la ciudad, permitiendo que los residentes mantengan niveles de accesibilidad altos, sin que esto implique una utilización intensa de las   vías de circulación, que deteriore el área.
Otro de los efectos singulares a considerar, que no se presenta mayoritariamente pero existe en algunas grandes ciudades -es el caso de Florianópolis y Montevideo- es el cambio de rol de    un sector de la ciudad por efecto de desplazamiento abrupto de actividades, generalmente centrales y administrativas o financieras, generando una abrumadora presencia de stock vacante. Las implicancias de estos cambios de rol pueden dar lugar a procesos de deterioro muy impactantes y difíciles de revertir, a menos que se desarrollen como parte de una estrategia planificada continua, acompañadas de inversiones sostenidas y de un trabajo de consenso bien articulado.
A menudo esta problemática se da en las zonas históricas porque, por sus características particulares o por imposiciones culturales, se les reconocen posibilidades acotadas de adaptación o trasformación a nuevos destinos, sobre todo cuando se trata de actividades con un uso intenso de tecnología.
No es intensión de este documento analizar la conveniencia o no de impulsar, desde las políticas públicas, este tipo de desplazamientos, pero sí considero oportuno señalar que, cuando se plantean, se debe evitar que el desplazamiento se produzca antes de articularse las modalidades de ocupación y el destino futuro del sector.
No se debe perder de vista que cuando se habla de protección de un área no hay que pensar sólo en lo edilicio o lo físico, sino también en las costumbres y la gente que la habita. Se trata además, de proteger conjuntos dentro de contextos, porque la recuperación de ciertos paisajes urbanos, de grupos tipológicos que marcan la evolución y evidencian modos de construcción, hábitos de uso y aprovechamiento, se trasforma en testimonios que le otorgan un sentido para el conjunto de la sociedad.
En las últimas décadas se avanzó en la concientización de la población, sobre la importancia de las áreas históricas de la ciudad en la construcción de memoria e identidad. Se plantea entonces, la necesidad de poner en valor estos sectores urbanos, a través de proyectos en los que el Estado actúa de forma directa, o establece normas para regular de forma indirecta, sobre el accionar privado.
Cuando estas acciones se implementan y el área se convierte en un lugar atractivo, se genera una nueva problemática a resolver: evitar que se convierta en un sector sin residentes, o bien evitar que las acciones impliquen la expulsión indirecta de los pobladores.  
Es así como, proteger sus características por ser elementos centrales en la construcción de la identidad, resulta un desafío de cara a las múltiples necesidades que el área plantea y el rol del Estado para poder llevar adelante el duro equilibrio, nunca podrá resolverse bien si queda sólo en manos de las reglas del mercado.
Las políticas sobre suelo a través de los instrumentos normativos aparecen como adecuados mecanismos de regulación del mercado inmobiliario. Su correcta aplicación es vital para proteger las áreas de valor patrimonial, pero al mismo tiempo, deben ser acompañadas de acciones más directas que estimulen la inversión y la vitalidad en el sector.




3. Sobre las potencialidades de los cascos históricos.

El Casco Histórico es un sector urbano muy particular dentro de la ciudad y no puede ser escindido de ella. Las transformaciones urbanas impactan sobre las estructuras existentes y demandan estudios que resuelvan las nuevas necesidades, sin que ello implique la pérdida de identidad.
Se mencionaron anteriormente, los cambios de rol de los cascos históricos a lo largo del tiempo y que mayoritariamente fueron los núcleos originales de población, concentradoras de poder económico, social y político. Este rol, tan significativo para la ciudad, se traduce en una alta concentración de testimonios de la evolución de esa sociedad.
Se ha hablado de los aspectos vulnerables cuando no es factible compatibilizar adecuadamente los factores que permitan la sostenibilidad y vitalidad, con continuidad en el tiempo. Es momento de plantear entonces las potencialidades, que se fundamentan y apoyan, en el reconocimiento de sus características de un modo muy amplio, pero también requieren una especial atención a los aspectos que la amenazan.
Es allí donde se debe recordar que la problemática de contexto, descripta en la primera parte, tiene efectos sobre la gran metrópolis y sobre la ciudad, ya que, si la zona histórica se encuentra en una etapa de gran vulnerabilidad, será objeto de una invasión inmediata aprovechando su centralidad y stock vacante, pero peligrando su sostenibilidad.
¿Cómo encarar la sostenibilidad de los cascos históricos y de su actividad residencial?; ¿Cómo evitar la expulsión de la población existente al momento de las intervenciones de puesta en valor?; ¿Cómo resolver  la convivencia entre los residentes del área y el turismo reduciendo los impactos?; Cómo gestionar la reconversión de algunos usos?; ¿Cómo operar sobre el área sin poder actuar directamente sobre los factores estructurales que impactan sobre el área?, son algunos de los interrogantes que uno se podría plantear.
Posiblemente será objeto de opiniones diversas, pero entiendo que tender a la diversidad de usos, de horarios en la que se desarrollan las actividades, de usuarios y también la heterogeneidad de residentes, son algunos de los factores que contribuyen a revertir la fragilidad. También lo es fortalecer la identidad, mantener su carácter simbólico y sostener la actividad residencial y costumbres barriales, aún cuando el sector se encuentre en área central, o cuando deba absorber las demandas turísticas habituales en estos casos. Justamente es ésta la situación que se plantea en Buenos Aires.
Por todos los factores mencionados oportunamente, el trabajo sobre la contención social, al tiempo que se generan o impulsan intervenciones urbanas y edilicias, es de vital importancia    para generar una política de inclusión, al tiempo que se debe buscar que las políticas públicas    se desplieguen estratégicamente y actúen como reguladoras y disparadoras de acciones privadas.
Por otro lado hay que destacar que es importante que la protección del área se logre mediante una modalidad que no descargue todas las obligaciones, ni en los propietarios, ni en el Estado.
La responsabilidad sobre la gestión de los centros históricos debe ser compartida entre todas las partes involucradas para que se impulse su desarrollo, respetando la ciudad heredada. Se deben encontrar mecanismos y herramientas de gestión que eviten la imposición. Hay que actuar por consenso para tener mayores probabilidades de concreción. En general, el trabajo con la comunidad, implica un camino más largo pero, por contrapartida, genera un compromiso entre    las partes que beneficia en el largo plazo.
La gente se apropia del proyecto y lo defiende. Esto, no sólo se lo trabaja a través de la concientización, sino también, logrando que la continuidad sea parte del proyecto. En este   sentido hay que contar con una adecuada legislación que acompañe estos procesos.
Las modalidades de gestión, por otro lado, deben adecuarse a los cambios que se presentan –muchos de ellos, mencionados anteriormente, en forma somera- y las estrategias de actuación deben ajustarse a ritmos de cambio, cada vez más vertiginosos.
Los cascos históricos requieren políticas sostenidas, con planes que se prolonguen en el tiempo, y si bien no existen fórmulas ni recetas que garanticen resultados, tampoco se actúa sobre una realidad que admita la improvisación.
Finalmente, cabe retomar la idea de que los cascos históricos no pueden conservarse en una burbuja. No existe posibilidad de evitar que se reproduzcan en ellos (a veces de forma aumentada) los problemas que devienen de cuestiones sociales y económicas estructurales.
Generalmente no disponemos de los resortes para revertir esos procesos de manera profunda. Pero esta realidad no puede desconocerse, y hay que ser concientes del impacto que producen. Esto implica incorporarla a las políticas específicas. No hacerlo, sería como intentar tapar el sol con la mano.




[1] Florencia Quesada Avendaño, "Imaginarios urbanos, espacio público y ciudad en América Latina". Revista de la Cultura. Pensar Iberoamérica. OEI para la Educación y la Cultura. Nº 8. Abril-Junio 2006.