“.... El urbanismo
moderno como estética se mide por la cualidad de los espacios públicos y por la
capacidad de estos de promover dinámicas transformadoras y articuladoras del
tejido urbano. Hay que reivindicar el lujo del espacio público como socialización
de la riqueza y redistribución de ingresos. El espacio público promociona
significado a la vida urbana y confiere a la ciudad el atributo de dar sentido
a sus habitantes” (Jordi Borja y Manuel Castells)
La ciudad, por definición y esencia, es el
vórtice de interrelación e intercambio entre sus distintos componentes. Esto le
confiere una fuerte atracción sobre su entorno y convierte a la ciudad en el
escenario propicio y natural para la innovación.
El espacio público es, valga la
redundancia, el espacio de comunicación y socialización en las ciudades. Cumple
un rol primordial en este proceso de articulación, no solo en la cantidad sino
en la calidad de los vínculos de interrelación social o en los intercambios que
se realizan en él.
La cultura de cada comunidad
se expresa, entre otras cosas, en las conductas sociales, los usos y
costumbres, éstas se visualizan con bastante claridad en los ámbitos públicos y
expresan los valores, conflictos o creencias del grupo social que las habita o
usa.
Es el espacio de comunicación
y socialización más importante en las ciudades.
Sin embargo, esta
afirmación esta jaqueada por cambios sociales, políticos y tecnológicos,
que tejieron y alumbraron nuevas
conductas que están mutando el uso del espacio público tal como lo conocíamos, gestando una nueva cultura urbana.
Entre los factores más
relevantes de esta transformación, identificamos que en muchas
ciudades los cambios económicos incorporaron nuevos espacios
públicos -de propiedad privadas-como los shopping desplazando los lugares
tradicionales de actividades públicas, desdibujando y/o vaciando los sitios
emblemáticos que usaron varias generaciones. Los cambios
tecnológicos han generado espacios virtuales de
encuentro que han estimulado una profunda modificación en los comportamientos
de la gente, incorporándolo al hábito de la sociedad. Si
bien cambiaron las relaciones sociales, connotando a las mismas de la
virtualidad propia del sistema, no podrán suplantar la interrelación social
real y espontánea.
Si bien esto es un fenómeno mundial, en
nuestro país, hay que añadir algunas particularidades que agudizaron este proceso. Por un lado los movimientos sociales y políticos que, después de la fortísima crisis
institucional, mutó reglas y postulados que
implicó mayores niveles de confrontación que y, muchos
de ellos, se dirimen en el espacio público; por otro, la inseguridad real o
percibida que aumentó la retracción de la vida ciudadana.
¿Se ha instalado un proceso
vertiginoso de abandono del espacio público por parte de la población? Esta
hipótesis pone en juego muchas de las claves sociales y, si es así, cabe la siguiente pregunta ¿Es deseable y posible
recuperar el espacio público para enriquecer la vida ciudadana?
Hay claramente un desplazamiento y una
diversificación de usos en los espacios públicos en la ciudad: abandono y degradación de algunos, invasión, apropiación y
disfrute de otros.
En general, se puede afirmar que en nuestra ciudad los espacios públicos
centrales presentan alto grado de conflictividad junto con algunas áreas
calientes, generando situaciones muy complejas; en los barrios, el uso es de carácter funcional con un
importante repliegue de sus habitantes y en algunas centralidades
secundarias muestran una saludable vitalidad.
Existe una interdependencia
entre las conductas y estos espacios, Cuando las condiciones de éste ya sea en
configuración o calidad se modifican, repercuten fuertemente en su uso. Por otro lado, los conflictos, la no pertenencia o la ausencia
de vínculos con ese espacio posibilitará su anomia, su degradación y
hasta su abandono.
El espacio público de calidad
invita a su uso y cuidado, pero su uso o apropiación sin dudas dependerá
de sus habitantes o sus usuarios
Muchos son los atributos que
definen a los espacios públicos de calidad: son amigables, seguros, atractivos,
usables, etc. Pero ¿en qué reside exactamente el éxito de un espacio en
particular? ¿De su pregnancia? ¿De su armonía espacial? No se sabe, no existen fórmulas perfectas, pero tal vez la clave es cuando ese espacio se
convierte en un lugar de encuentro, de uso colectivo, espontáneo, donde se
tejen o articulan positivamente las diferencias, se trate de edificios o grupos
sociales.
La pérdida de estas características, propias de esta interrelación de los ámbitos urbanos, atenta con la integración
social. El abandono del espacio colectivo resta vitalidad a las áreas
urbanas. Si la ciudad es poco amigable, los ciudadanos perseguirán en el
suburbio la utopía de la ciudad perfecta, que es su antítesis. En este
camino vaciaremos los centros urbanos y mataremos el sentido más profundo
de la ciudad que es encontrarnos con el otro.
¿Cómo recuperar el uso del
espacio público? Lo primero es entender las causas de las disfuncionalidades,
para esto la participación de sus usuarios reales y potenciales es
indispensable para reflexionar, encontrar una solución y trabajar para
lograrlo.