por Arq. Andrea Cerletti
La dinámica urbana imprime al desarrollo de la ciudad una impronta que va
conformando, respecto de la urbe original, nuevas centralidades,
interconexiones, desconexiones, sobre explotación de algunas áreas y pérdida de
vitalidad de otras. Todos estos procesos son consecuencia de esa dinámica y
producen efectos sobre los componentes sociales, económicos y culturales. Están presentes en la
conformación territorial y deben ser considerados cuando se estudia la
evolución urbana, la aparición de nuevas centralidades y la redefinición de
roles de las áreas existentes.
Por su parte, los centros históricos cumplen una función local y
extralocal, sus actividades predominantes se van modificando a lo largo de la
historia y por lo tanto, también su rol en la ciudad. Los factores
de contexto son determinantes en esa transformación.
Esto implica hacer un reconocimiento estructural de la problemática para
adaptarse a esas transformaciones y permitir, a través de las acciones directas
e indirectas, acompañar dichos procesos, permitiendo que estas áreas mantengan
su identidad y se adecuen al nuevo rol sin perder vitalidad.
1.
Contexto. Paradojas de la modernidad.
Los avances tecnológicos y la gran dinámica de las comunicaciones han
interconectado nuestro mundo de una manera impensada algunas décadas atrás.
Pero con ellas se han profundizado los efectos de la penetración cultural y la
pérdida de algunos rasgos identitarios. Esto por supuesto, que se agudiza en
los países que se encontraban menos preparados para absorberlos.
Los procesos económicos mundiales se han fortalecido en mecanismos que
potencian a aquellos países más desarrollados y marginan cada vez más a los que
no lo son, y la brecha es cada vez más profunda. La alta concentración de
capitales y el poder de los estamentos financieros para la generación de
políticas a nivel mundial han dejado su impronta y, a pesar de no mostrar su
eficacia, están cada vez más consolidados. El mismo proceso, se da al interior
de las regiones continentales y también al interior de los países.
La última crisis económica mundial no hizo más que evidenciar el efecto
profundo que ambos procesos, el de la globalización y el de las diferencias
económicas entre países -incluidas regiones
continentales-, generan en aquellas sociedades más vulnerables.
Los efectos de todo este proceso que ha comenzado hace varias décadas pero
que sigue en expansión, se manifiestan en todos los órdenes y están caracterizados
por la expulsión masiva de población, del sistema. La opulencia desmesurada y
la pobreza extrema son las dos caras de una misma moneda. La marginación, la
violencia, la inseguridad, el enfrentamiento, la intolerancia, la indiferencia,
el enajenamiento aparecen como síntomas y en esto, sólo en esto, ya no hay
diferencias entre quienes viven en países desarrollados o en países pobres.
Los efectos sociales y culturales de este proceso mundial aparecen en
nuestras ciudades siguiendo las mismas lógicas, pero con procesos cada vez más acelerados.
Los desplazamientos de población no reconocen fronteras ni barreras legales,
pues imperan las necesidades básicas ante todo.
El crecimiento demográfico en ciudades por migración interna, que son eco
de una tendencia regional de muy alta concentración, ha generado un altísimo
porcentaje de población urbana, llegando en nuestros días al orden del 80% en
América Latina y el Caribe[1].
Este es un factor muy importante en
las transformaciones urbanas de las ciudades junto a los condicionantes
económicos y sociales, pero no es el único. Se trata, en general, de ciudades
que forman parte de grandes megalópolis,
donde los límites administrativos son demarcaciones burocráticas pero no
reflejan el altísimo nivel de interconexión interna de la gran mancha.
Estas transformaciones implican desplazamientos en múltiples direcciones y
se traducen, en algunos casos en alta densificación; en otros en deterioro y
degradación. Hay nuevas prácticas, nuevas costumbres, traídas por los migrantes
a estos grandes núcleos absorbentes, y también hay trasformaciones culturales
por efecto de la globalización y gran impacto de las comunicaciones.
La interculturalidad y diversidad es uno de los efectos de este proceso y
ha encontrado nuevos significados y contenidos de lo urbano, de lo público y de
lo privado.
El rol que la comunidad le asigna al territorio donde habita, donde
trabaja, donde puede realizar actividades de esparcimiento, donde se expresa
políticamente, van marcando un modo de apropiación singular.
En la actividad residencial, aparecen los country suburbanos y los
condominios urbanos, intentando ofrecer cada vez más servicios dentro de sus
límites “seguros”, para que no sea necesario “salir afuera”. Esto va
trasformando los conceptos de ciudad, comunidad y, por supuesto, estimula una
modalidad de vínculos basados en conceptos cerrados y de homogeneidad.
En la actividad comercial, la aparición de las grandes infraestructuras
comerciales hace ya varios años que modificaron las modalidades de consumo, ya
que ofrecen no sólo bienes sino también actividades recreativas. Ir al Shopping
se convierte en un paseo en el que se pueden resolver múltiples necesidades
sintiéndose “seguro”.
No puede obviarse el impacto que generan todos estos cambios, traducidos en
múltiples desplazamientos y, como se trata de ámbitos de una envergadura cada
vez mayor, se producen concentraciones cada vez más masivas. El sistema
circulatorio urbano es poco flexible, no se pueden abrir o ensanchar calles con
facilidad, ni incrementar las redes subterráneas rápidamente, para responder a
las crecientes demandas para circular.
A este tema se suma la problemática que se plantea para cubrir los
requerimientos de estacionamiento, demanda creciente y a la vez problemática,
por las consecuencias que tiene en el
tejido urbano y en la sustitución del stock edilicio.
Finalmente, para complejizar aún más el panorama, se encuentra el
enmarañado sistema de jurisdicciones que resulta una traba permanente para
generar políticas públicas y ejecutar planes, a nivel de la gran metrópolis.
2. De zona central a zona
vulnerable y a atractivo turístico.
Los cascos históricos han transitado por diversas etapas en la evolución
urbana y en su valoración social. En los orígenes de una ciudad son el centro
en el que se desarrolla la mayor parte de las actividades vitales,
frecuentemente asiento de sedes políticas, administrativas y del poder
económico, social y cultural.
A medida que la ciudad crece, suele producirse un desplazamiento del eje de
expansión urbana, acompañado de un cambio en sus funciones originales, con ello,
la vitalidad empieza a desarrollarse en otras zonas de la ciudad. El riesgo es
que este sector urbano ,
rico en historia y en bienes de alto valor patrimonial, que mantiene su
ubicación central y una muy buena accesibilidad, a veces no puede evitar los
problemas de tugurización, falta de vitalidad y deterioro, la pérdida de valor
del suelo y de población (lo que se traduce en sustitución de pobladores).
Aún con las particularidades de cada caso, este recorrido se ha evidenciado
en muchas ciudades.
Por otro lado, la presión inmobiliaria condiciona negativamente las áreas históricas
porque resulta difícil resolver la ecuación valor potencial / valor patrimonial,
si sólo se la reduce a términos económicos crudos.
Cuando los centros históricos poseen un alto valor de centralidad corren el
riesgo de que los quieran trasformar demoliendo edificios para edificar con un
mayor aprovechamiento del suelo. Si no poseen un alto valor de centralidad,
corren el riesgo de no atraer inversiones y decaer hasta su tugurización.
Por otro lado, existen condicionantes respecto del tema de la red vehicular.
La típica traza reticulada y regular latinoamericana, a diferencia de los
trazados orgánicos e irregulares de las ciudades europeas, posee un grado de
inserción en el entramado general de la ciudad que a veces las perjudica a la
hora de protegerlas. El intenso tráfico aparece como una dificultad recurrente
en las áreas históricas. Este es un tema que requiere soluciones específicas
para el área, a la vez que globales en la red de tránsito de la ciudad,
permitiendo que los residentes mantengan niveles de accesibilidad altos, sin
que esto implique una utilización intensa de las vías de circulación, que deteriore el área.
Otro de los efectos singulares a considerar, que no se presenta
mayoritariamente pero existe en
algunas grandes ciudades -es el caso de Florianópolis y Montevideo- es el
cambio de rol de un sector de la
ciudad por efecto de desplazamiento abrupto de actividades, generalmente
centrales y administrativas o financieras, generando una abrumadora presencia
de stock vacante. Las implicancias de estos cambios de rol pueden dar lugar a
procesos de deterioro muy impactantes y difíciles de revertir, a menos que se
desarrollen como parte de una estrategia planificada continua, acompañadas de
inversiones sostenidas y de un trabajo de consenso bien articulado.
A menudo esta problemática se da en las zonas históricas porque, por sus
características particulares o por imposiciones culturales, se les reconocen
posibilidades acotadas de adaptación o trasformación a nuevos destinos, sobre
todo cuando se trata de actividades con un uso intenso de tecnología.
No es intensión de este documento analizar la conveniencia o no de impulsar,
desde las políticas públicas, este tipo de desplazamientos, pero sí considero
oportuno señalar que, cuando se plantean, se debe evitar que el desplazamiento
se produzca antes de articularse las modalidades de ocupación y el destino
futuro del sector.
No se debe perder de vista que cuando se habla de protección de un área no
hay que pensar sólo en lo edilicio o lo físico, sino también en las costumbres
y la gente que la habita.
Se trata además, de proteger conjuntos dentro de contextos,
porque la recuperación de ciertos paisajes urbanos, de grupos tipológicos que
marcan la evolución y evidencian modos de construcción, hábitos de uso y
aprovechamiento, se trasforma en testimonios que le otorgan un sentido para el
conjunto de la sociedad.
En las últimas décadas se avanzó en la concientización de la población,
sobre la importancia de las áreas históricas de la ciudad en la construcción de
memoria e identidad. Se plantea entonces, la necesidad de poner en valor estos
sectores urbanos, a través de proyectos en los que el Estado actúa de forma
directa, o establece normas para regular de forma indirecta, sobre el accionar privado.
Cuando estas acciones se implementan y el área se convierte en un lugar
atractivo, se genera una nueva problemática a resolver: evitar que se convierta
en un sector sin residentes, o bien evitar que las acciones impliquen la
expulsión indirecta de los pobladores.
Es así como, proteger sus características por ser elementos centrales en la
construcción de la identidad, resulta un desafío de cara a las múltiples
necesidades que el área plantea y el rol del Estado para poder llevar adelante
el duro equilibrio, nunca podrá resolverse bien si queda sólo en manos de las
reglas del mercado.
Las políticas sobre suelo a través de los instrumentos normativos aparecen
como adecuados mecanismos de regulación del mercado inmobiliario. Su correcta
aplicación es vital para proteger las áreas de valor patrimonial, pero al mismo
tiempo, deben ser acompañadas de acciones más directas que estimulen la
inversión y la vitalidad en el sector.
3. Sobre las potencialidades de
los cascos históricos.
El Casco Histórico es un sector
urbano muy particular dentro de la ciudad y no puede ser
escindido de ella. Las transformaciones urbanas impactan sobre las estructuras
existentes y demandan estudios que resuelvan las nuevas necesidades, sin que
ello implique la pérdida de identidad.
Se mencionaron anteriormente, los cambios de rol de los cascos históricos a
lo largo del tiempo y que mayoritariamente fueron los núcleos originales de
población, concentradoras de poder económico, social y político. Este rol, tan
significativo para la ciudad, se traduce en una alta concentración de
testimonios de la evolución de esa sociedad.
Se ha hablado de los aspectos vulnerables cuando no es factible
compatibilizar adecuadamente los factores que permitan la sostenibilidad y
vitalidad, con continuidad en el tiempo. Es momento de plantear entonces las
potencialidades, que se fundamentan y apoyan, en el reconocimiento de sus
características de un modo muy amplio, pero también requieren una especial
atención a los aspectos que la amenazan.
Es allí donde se debe recordar que la problemática de contexto, descripta
en la primera parte, tiene efectos sobre la gran metrópolis y sobre la ciudad,
ya que, si la zona histórica se encuentra en una etapa de gran vulnerabilidad,
será objeto de una invasión inmediata aprovechando su centralidad y stock
vacante, pero peligrando su sostenibilidad.
¿Cómo encarar la sostenibilidad de los cascos históricos y de su actividad
residencial?; ¿Cómo evitar la expulsión de la población existente al momento de
las intervenciones de puesta en valor?; ¿Cómo resolver la convivencia entre los residentes del área
y el turismo reduciendo los impactos?; Cómo gestionar la reconversión de
algunos usos?; ¿Cómo operar sobre el área sin poder actuar directamente sobre
los factores estructurales que impactan sobre el área?, son algunos de los interrogantes
que uno se podría plantear.
Posiblemente será objeto de opiniones diversas, pero entiendo que tender a
la diversidad de usos, de horarios en la que se desarrollan las actividades, de
usuarios y también la heterogeneidad de residentes, son algunos de los factores
que contribuyen a revertir la fragilidad. También lo es fortalecer la
identidad, mantener su carácter simbólico y sostener la actividad residencial y
costumbres barriales, aún cuando el sector se encuentre en área central, o
cuando deba absorber las demandas turísticas habituales en estos casos. Justamente
es ésta la situación que se plantea en Buenos Aires.
Por todos los factores mencionados oportunamente, el trabajo sobre la contención
social, al tiempo que se generan o impulsan intervenciones urbanas y edilicias,
es de vital importancia para generar
una política de inclusión, al tiempo que se debe buscar que las políticas
públicas se desplieguen
estratégicamente y actúen como reguladoras y disparadoras de acciones privadas.
Por otro lado hay que destacar que es importante que la protección del área
se logre mediante una modalidad que no descargue todas las obligaciones, ni en
los propietarios, ni en el Estado.
La responsabilidad sobre la gestión de los centros históricos debe ser
compartida entre todas las partes involucradas para que se impulse su
desarrollo, respetando la ciudad heredada. Se deben encontrar mecanismos y
herramientas de gestión que eviten la imposición. Hay
que actuar por consenso para tener mayores probabilidades de concreción. En
general, el trabajo con la comunidad, implica un camino más largo pero, por
contrapartida, genera un compromiso entre las partes que beneficia en el largo plazo.
La gente se apropia del proyecto y lo defiende. Esto, no sólo se lo trabaja
a través de la concientización, sino también, logrando que la continuidad sea
parte del proyecto. En este sentido hay
que contar con una adecuada legislación que acompañe estos procesos.
Las modalidades de gestión, por otro lado, deben adecuarse a los cambios
que se presentan –muchos de ellos, mencionados anteriormente, en forma somera-
y las estrategias de actuación deben ajustarse a ritmos de cambio, cada vez más
vertiginosos.
Los cascos históricos requieren políticas sostenidas, con planes que se
prolonguen en el tiempo, y si bien no existen fórmulas ni recetas que
garanticen resultados, tampoco se actúa sobre una realidad que admita la
improvisación.
Finalmente, cabe retomar la idea de que los cascos históricos no pueden
conservarse en una burbuja. No existe posibilidad de evitar que se reproduzcan
en ellos (a veces de forma aumentada) los problemas que devienen de cuestiones
sociales y económicas estructurales.
Generalmente no disponemos de los resortes para revertir esos procesos de
manera profunda. Pero esta realidad no puede desconocerse, y hay que ser
concientes del impacto que producen. Esto implica incorporarla a las políticas
específicas. No hacerlo, sería como intentar tapar el sol con la mano.
[1] Florencia Quesada Avendaño, "Imaginarios urbanos, espacio público y ciudad en América
Latina". Revista de la Cultura. Pensar
Iberoamérica. OEI para la Educación y la Cultura. N º 8. Abril-Junio
2006.